SEMBRANDO AMOR Y CONCIENCIA

domingo, 28 de junio de 2009

POESÍA HONDUREÑA

Alfonso Guillén Zelaya — Honduras, 1888

Echame a la senda

Señor, dame un camino y empújame a la mar,

mándame a todo rumbo por bosques y desiertos,

por llanos y guijarros o por floridos huertos

que me siento cansado de tanto descansar.

Dame cualquier camino para peregrinar

hoy tengo los impulsos de la marcha despiertos;

échame a todos los mares, guíame a todos puertos,

que amo la incertidumbre y no puedo esperar.

Sólo tu voz espero para hacerme a la marcha;

no temeré la espina ni me helará la escarcha

y gustaré el sustento que me quieras brindar.

Me ofreceré de báculo si encuentro algún caído,

de padre si hay un huérfano, de esperanza si olvido:

pero échame a la senda que yo quiero rodar.

Alfonso Guillen Zelaya

LO ESENCIAL

Lo esencial no está en ser poeta, ni artista, ni filósofo,

Lo esencial es que cada uno tenga la dignidad de su trabajo, la conciencia de su trabajo el orgullo de hacer las cosas bien, el entusiasmo de sentirse satisfecho de querer lo suyo

Es la sana recompensa de los fuertes, de los que tienen el corazón robusto y el espíritu límpido

Dentro de los sagrados números de la naturaleza, ninguna labor bien hecha vale menos ninguna vale más todos somos algo necesario y valioso en la marcha del mundo.

El que construye la torre y el que construye la cabaña, el que teje los mantos imperiales y el que cose el traje humilde del obrero, el que fabrica las sandalias de seda imponderables y el que teje la ruda suela que defiende en la heredad el pie del trabajador.

Todos somos algo, representamos algo, hacemos vivir algo, en la siembra del grano que sustenta nuestro cuerpo vale tanto como el que siembra la semilla que nutre nuestro espíritu, como que en ambas labores hay envuelto algo trascendental noble y humano: dilatar la vida.

Tallar una estatua, pulir una joya, aprisionar un ritmo, animar un lienzo son cosas admirables, hacer fecunda la heredad estéril y poblarla de florestas y manantiales, tener un hijo inteligente y bello y luego pulirle y amarle; enseñarle a desnudarse el corazón y a vivir a tono con la armonía del mundo, esas son cosas eternas.

Nadie se avergüence de su labor, nadie repudie su obra, si en ella a puesto el afecto diligente y el entusiasmo fecundo, nadie envidie a nadie, que ninguno podrá regalarle el don ajeno, ni restarle el propio, la envidia es una carcoma de las maderas podridas, nunca de los árboles lozanos, ensanche y eleve cada uno lo suyo, defiéndase y escúdese contra toda mala tentación.

Que si en la palabra religiosa de Dios nos da el pan nuestro de cada día, en la satisfacción del esfuerzo legitimo nos brinda la actividad y el sosiego, lo triste, lo malo, lo dañino es el enjuto del alma, el que lo niega todo, el incapaz de admirar y de querer, lo nocivo el es necio, el inmodesto, el que nunca ha hecho nada y lo censura todo, el que jamás ha sido amado y repudia el amor; pero el que trabaja, el que gana su pan y nutre su alegría, el justo, el noble, el bueno, para ese sacudirá el porvenir sus ramajes cuajados de flores y rocíos, ya tale montes o cincelé poemas.

Nadie se sienta menos, nadie maldiga a nadie, nadie desdeñe a nadie, la cumbre espiritual del hombre ha sido el retornar al abrazo de las cosas humildes.

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